Seja como for, é claro que, antes de qualquer outra consideração, devemos afirmar que se trata justamente de um fato; aliás, do dado de fato estatisticamente mais difundido na atividade humana. Não existe, com efeito, atividade humana mais vasta do que a que identificamos sob o título experiência ou sentimento religioso. Ela propõe ao homem uma interrogação sobre tudo o que ele realiza e, por isso, torna-se um ponto de vista mais amplo que qualquer outro. A interrogação do senso religioso, como veremos mais adiante, é que sentido tem tudo?, e devemos reconhecer que se trata de um dado emergente no comportamento do homem de todos os tempos, e que tende a atingir toda a atividade humana.
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5 I. SIEMPRE MÁS ALLÁ* En el pasado Meeting de Rímini terminé mi intervención augurando que nunca nos quedemos tranquilos: era una invitación a que no nos dejemos definir por la mentalidad dominante 1. Ésta, con el pretexto de que parte de la consideración del hombre tal y como es, tiene en la práctica un planteamiento eminentemente reductivo; debido a ella, quienes, ostentando el poder, no lo utilizan con la conciencia de prestar un servicio auténtico a los hombres como criaturas de Dios que son, pueden muy fácilmente no estar haciendo otra cosa que primar sus propios proyectos. Esta reducción es particularmente evidente en el trabajo, al que se considera normalmente como un factor de producción, una prestación inevitable, un destino de esclavitud ineludible, o también como un derecho (ciertamente justo) que se convierte en pretensión o, al revés, como un deber que se asume de forma moralista. En todos esos casos la fatiga del trabajo carece de sentido, es como el esfuerzo de un hombre que caminara con los ojos vendados. * Intervención en una reunión de jóvenes trabajadores de Comunión y Liberación, Bérgamo, 1 de mayo de 1987, publicada bajo el título Senso religioso e lavoro en Il lavoro dell uomo, Editoriale Italiana, Milán 1988, pp Publicada en español con motivo de la jornada sobre Sentido religioso y trabajo, organizada por la Compañía de las Obras España y la A. C. Charles Péguy. 1 Cf. Luigi Giussani, Dio ha bisogno degli uomini, en La bestia, Parsifal &Superman. Il libro del Meeting 85, a cargo de E. Neri, Ed. Meeting per l amicizia fra i popoli, Rímini 1986, pp
6 El Valor del Trabajo Porque el trabajo es otra cosa: una necesidad del hombre. Es preciso comprender por qué los anteriores aspectos derecho, deber, factor de producción, prestación inevitable para poder comer son parciales. La palabra necesidad, en cambio, permite plantear la cuestión certeramente. La palabra necesidad se refiere a un fenómeno constitutivo de toda persona viva, del ser humano como tal, que tiene su raíz en ese impulso profundo que está dentro de nosotros al que la Biblia llama corazón. Sólo siguiendo este impulso profundo se realiza la persona por entero. Comparemos la necesidad del trabajo con otras necesidades: la amistad, la diversión, la contemplación de la belleza, el arte o la naturaleza. Todas ellas son, aparentemente, aspectos particulares del deseo humano, pero su característica común es que tienden a la realización total de la persona. La palabra necesidad implica e indica el motor íntimo del que forman parte constitutiva como dice nuestro libro El sentido religioso ese conjunto de exigencias, de evidencias y de deseos cargados de perspectivas que empujan al hombre a realizarse como persona. Uno de los hombres más grandes que ha habido en la historia de Occidente, cuando todavía era un joven estudiante que lideraba en París a un grupo de compañeros de la Sorbona, oyó decir un día que otro español, como él, andaba predicando de plaza en plaza. Lleno de curiosidad, ya que la gente había hecho correr el rumor de que estaba loco (pertenecía a una familia noble de alto rango y ahora iba por las calles como un mendigo hablando de Jesucristo y anunciando el Evangelio), propuso a sus amigos armar jaleo durante una de sus predicaciones. Cuando iban a entrar en la plaza en la que Ignacio de Loyola ex capitán del ejército español estaba hablando, el joven estudiante, que iba a la cabeza del grupo, quedó fulminado por unas palabras, una frase del Evangelio que Ignacio de Loyola repetía con voz fuerte y clara. La frase era ésta: De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O qué puede dar el hombre a cambio de su vida? 2. Desde ese momento la vida de aquel joven cambió y llegó a convertirse en el mayor aventurero de la historia; dio la vuelta al mundo dejando tras de sí más de un millón de cristianos: era 2 Mt 16,26; Mc 8,
7 Siempre más allá Francisco Javier. Éste es el concepto de necesidad: da a entender la naturaleza de los deseos que mueven al hombre y que nacen de su corazón. Los deseos que nacen de verdad del corazón, los que verdaderamente lo constituyen, son deseos que no tienen límite, son infinitos; su horizonte es como un ángulo abierto al infinito, porque, partiendo de cualquier punto, apuntan a la realización de la persona entera. Así es el trabajo: hasta tal punto es esto cierto que, cuando a la persona no se la trata como lo que es, el trabajo empieza a volverse mucho más pesado y llega a hacerse a veces insoportable. El hombre tiene que decir yo con un poco del amor que le tiene Aquel que le ha creado, porque, si el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, no hay nada que le haga imitar mejor a Dios que el quererse bien a sí mismo. Nosotros arruinamos el amor a nosotros mismos, en el que se refleja el misterio del amor de Dios, cuando nos empeñamos en mantenernos en nuestras reacciones particulares: así lo que determina nuestra vida es la reactividad, de manera que, aun cuando conseguimos muchas de las cosas que deseamos, nos quedamos casi siempre insatisfechos. El hombre se siente insatisfecho si no percibe la correspondencia que hay entre la respuesta a una necesidad concreta y la totalidad de su persona, si no progresa hacia su destino. Los deseos del corazón del hombre son infinitos, porque el hombre no se puede reducir a sus componentes biológicos, químicos y físicos: no todo lo que el hombre es nace de su padre y de su madre. Posee algo que nace directamente de Dios y que tiene que ver con todas sus necesidades, también las materiales, lo que produce en él un hambre y una sed que ninguna cosa material logra colmar. Por eso el sentido religioso, es decir, esa apertura al infinito, fundamenta, explica, sostiene y dilata potenciándola ilimitadamente cada necesidad del hombre. En cada necesidad está contenida esta perspectiva que supera todas las metas que progresivamente parece marcarse el hombre, y por eso se siente empujado a ir siempre más allá. Este siempre más allá es su relación con el infinito, es esa relación con Dios que no puede eludirse en la relación del hombre con la mujer, con la familia o con el trabajo. El sentido religioso es, por tanto, el factor último de todas las necesidades humanas, y, por consiguiente, también de la necesidad que es el trabajo. 7
8 El Valor del Trabajo 1. El sentido religioso produce la unidad en la persona que trabaja Gracias al sentido religioso el hombre adquiere y mantiene un compromiso total con la realidad, también cuando afronta solamente una necesidad particular. Y así, mediante este compromiso, con este descubrimiento, la necesidad nos abre paso hacia nuestro destino. De este modo se descubre poco a poco el significado para el que está hecho el corazón del hombre, y entonces el cansancio también puede abrazarse y colmarse de sentido. Porque cuando te tratan mal resulta desesperante ir todas las mañanas a trabajar. No cabe duda de que se puede luchar para ganar cinco mil pesetas más al mes, y es justo hacerlo, pero un hombre no se satisface sólo con esto, aun limitándonos a su dimensión de asalariado. Al subrayar la importancia del sentido religioso estamos adoptando una postura que considera al hombre que trabaja en su integridad, no fragmentado, no tratado como si fuese una cosa. Por eso todo gobierno que actúe sobre la convivencia humana desde un punto de vista tecnocrático comete un delito contra el hombre, porque éste no se puede reducir exclusivamente a factores propios de un análisis técnico o a funciones con una específica finalidad productiva: todo se pone en su lugar cuando se considera a la persona en su totalidad. 2. El sentido religioso produce unidad entre los hombres que trabajan Es únicamente el sentido religioso lo que puede verdaderamente unir a los hombres, no sólo porque recuerda que todos tenemos el mismo origen y el mismo destino, sino también porque en él nos descubrimos iguales, portadores de un conjunto de exigencias y evidencias originales que constituyen el corazón de todos. Los hombres se pueden reconocer unidos únicamente mediante el sentido religioso. Entonces y sólo entonces, empresarios y parados pueden tener un ámbito de diálogo y colaboración no ficticio, que no sea abstracto. Éste es el origen más profundo de la capacidad de compartir. No es abstracto que se junten empresarios y parados, porque en 8
9 Siempre más allá el sentido religioso todos nos descubrimos hermanos e intuimos que estamos, de hecho, en el mismo camino. Ya no podemos desinteresarnos del otro, o interesarnos tan sólo por puro cálculo pragmático. Incluso tras realizar un puro cálculo pragmático no podemos dejar de interesarnos radicalmente por los demás. La palabra yo se vuelve unitaria y unificante cuando el hombre descubre el destino infinito al que le empuja cada necesidad natural, un destino de realización total de nuestra persona. Nada existe tan unitario, indivisible e irreductible dentro de la realidad como lo que significa esta palabra: destino. 3. El sentido religioso crea un movimiento Nosotros estamos unidos porque hemos descubierto este sentido religioso, esta dimensión infinita de nuestras necesidades. Ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de vivir teniendo como criterio de su actividad solamente el espacio angosto de sus propias necesidades. El sentido religioso nos permite estar juntos y nos obliga a vivir la vida en convivencia. Por eso el descubrimiento del sentido religioso crea un movimiento que muestra con evidencia cómo el protagonista de la historia y de la existencia es el hecho humano en su integridad original: el hecho humano en su corazón, tal como lo refleja la mirada de una madre llena de amor hacia su hijo, o la mirada de un hombre que piensa en su mujer con amor natural, limpio, o el gozo y la alegría con los que se piensa en los amigos. Así ha nacido nuestro movimiento. Pero la afirmación que me importa destacar no se refiere sólo a nuestro movimiento. Quiere ser una observación de orden general: el sentido religioso y, por tanto, la conciencia de este origen común de nuestras necesidades, es lo único que puede unir a los hombres, lo único que puede crear dentro de la sociedad (a la que el poder tiende a mantener estática y bajo control) algo irresistiblemente móvil, algo irresistiblemente creativo, algo que no se quede parado y aturdido. Por esta razón los movimientos inspiran siempre un poco de miedo a todo el que no le gusta que le molesten. El sentido religioso crea dentro de la sociedad movimientos, experiencias de unidad entre los hombres que no viven de abstracciones, sino que desean construir, cambiar la sociedad 9 2ff7e9595c
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